Mausoleo de los Amantes


En septiembre de 2005 se inaugura el actual Mausoleo de los Amantes. El proyecto del edificio, diseñado por el arquitecto Alejandro Cañada, dispone de diferentes salas expositivas que pretenden acercar la Historia de los Amantes al visitante.

Desde el punto de vista conceptual, la organización del recorrido expositivo se articula en torno a cuatro sectores:

Sector I. El Amor en tiempos difíciles. A través de un audiovisual, se explica lo sucedido con los Amantes de Teruel a lo largo de los siglos en relación con la Historia de la ciudad.

Sector II. La Historia de los Amantes. En este sector se cuenta el relato de los hechos que acaecieron en 1217 en Teruel entre Juan Martínez de Marcilla e Isabel de Segura a través de la danza del bailarín y coreógrafo Miguel Ángel Berna.

Sector III. Los Amantes, fuente de inspiración. Sector destinado a explicar la influencia de los Amantes en el mundo de las artes (literatura, teatro, música, pintura, escultura…) a lo largo de la Historia.

Sector IV. El Reposo de los Amantes. En este espacio se encuentra el Mausoleo de los Amantes, obra del escultor Juan de Ávalos. En esta zona, y a través de una serie de paneles, se explica cómo se llevó a cabo el hallazgo de las momias, así como los distintos emplazamientos que han tenido a lo largo del tiempo.

Historia de los Amantes

La Historia de los Amantes procede de una antigua tradición, posteriormente documentada. En los primeros años del siglo XIII viven  en la ciudad Juan Diego de Marcilla e Isabel de Segura, cuya temprana amistad se convierte pronto en amor. Rechazado por la familia, al carecer de bienes de fortuna por segundón, el pretendiente consigue un plazo de cinco años para enriquecerse. Parte a la guerra y regresa a Teruel cuando expira el plazo. Isabel es ya esposa de un hermano del señor de Albarracín. Consigue Juan Diego entrevistarse con ella en su casa y le pide un beso. Se lo niega Isabel y el joven muere de dolor. Al día siguiente se celebran los funerales en la Iglesia de san Pedro. Se acerca al féretro una mujer enlutada: es Isabel que quiere dar al difunto el beso que le negó en vida. Lo hace y repentinamente muere junto a él.

En 1555 se descubrieron las momias enterradas en la capilla de San Cosme y San Damián. Según el testimonio posterior del notario Yagüe de Salas apareció un documento antiguo que recogía el suceso.

Juan de Ávalos esculpió las estatuas yacentes bajo las que reposan ahora las momias. La fría serenidad de Los Amantes, cuyas manos no llegan a juntarse es símbolo de un amor  que desborda los conceptos humanos.

 

Versión actualizada del Papel de Letra Antigua, fechable a finales del siglo XIV:

En Teruel un joven llamado Juan Martínez de Marcilla, se enamoró de Segura, hija de Pedro Segura. El padre no tenía otra hija y era muy rico. Los jóvenes se amaban mucho, hasta el punto que se hablaron. El joven le dijo que la deseaba tomar por esposa, ella respondió que el deseo de ella era el mismo, pero que supiese que nunca lo haría sin que su padre y madre se lo mandasen. Entonces, él la quiso más. El era un buen joven, pero no tenía riquezas.

El joven dijo a la doncella que, como su padre tan sólo le despreciaba por la falta de dinero, que si ella lo quería esperar cinco años él iría a trabajar por mar y por tierra, donde poder ganar dinero. Ella se lo prometió.

Peleando contra los moros, ganó pasados cinco años cien mil sueldos, por mar y por tierra.

La doncella en este tiempo fue muy importunada por el padre para que tomase marido. Su respuesta era que había votado virginidad hasta que tuviese veinte años, diciendo que las mujeres no debían casar hasta que pudiesen y supiesen regir su casa. El padre como la amaba la quiso complacer.

Pasados los cinco años el padre le dijo: Hija, mi deseo es que tomes compañía. Ella, viendo que el plazo de los cinco años había pasado y no sabía nada del enamorado, dijo que lo haría. En seguida el padre la desposó y al poco tiempo se realizaron las bodas; y el otro llegó.

El enamorado se puso tras el lecho de su amada ya desposada y le dijo: bésame que me muero y ella repuso: No quiera Dios que yo falte a mi marido. Por la pasión de Jesucristo os suplico que busquéis a otra, que de mí no hagáis cuenta, pues si ha Dios no ha complacido, tampoco me complace a mí. El dijo otra vez: bésame que me muero; repuso ella: No quiero.

Entonces el cayó muerto. Ella, que lo veía como si fuera de día por la gran luz de la habitación, se puso a temblar y despertó al marido diciendo que roncaba tanto que le hacía sentir miedo, que le contase alguna cosa. Y él contó una burla. Ella dijo que quería contar otra. Y le contó lo ocurrido y de cómo con un suspiro Juan había muerto.

Dijo el marido: Oh! Malvada, y ¿Por qué no lo has besado? Repuso ella: por no faltar a mi marido. Ciertamente, dijo él, eres digna de alabanzas.

El, todo alterado, se levantó y no sabía qué hacer. Decía: Si las gentes saben que aquí ha muerto, dirán que yo lo he matado y seré puesto en gran apuro.

Acordaron esforzarse y lo llevaron a casa de su padre. Lo hicieron con gran afán y no fueron oídos por nadie…

A la joven le vino al pensamiento cuánto la quería Juan y de cuánto había hecho por ella, y que por no quererlo besar había muerto. Acordó ir a besarlo antes que lo enterrasen; se fue a la iglesia del señor san Pedro, que allí lo tenían. Las mujeres honradas se levantaron por ella. Ella no se preocupó de otra cosa más que de ir hacia el muerto. Le descubrió la cara apartando la mortaja, le besó tan fuerte que allí murió. Las gentes que venían que ella, que no era parienta, estaba así sobre el muerto, fueron para decirle que se quitase de allí pero vieron que estaba muerta. El marido contó a todos a los que había delante el caso según ella se lo había contado. Acordaron enterrarlos juntos en una sepultura.

Los actos que aquí se hicieron fueron muchos, aquí se ha puesto tan breve como veis.

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